ORESTES in «Die Orestie: Die Choephoren»

Acto III 

Orestes, Pílades, Electra y el coro. 

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ORESTES: ¡Oh tierra natal! ¡Oh tumba de mi padre, haced que sea yo el cumplidor de ese sueño! A lo que se me alcanza, él viene bien con mi destino. Si la serpiente salió del mismo seno de donde salí; si fue envuelta en mis propios pañales, y se agarró voraz a los pechos que me criaron, y sacó de ellos leche y sangre, razón tuvo la que tal soñó para lanzar grito de angustia temerosa. Quien amamantó a un horrendo monstruo, de mala muerte debe morir, Yo seré la serpiente; yo la mataré como el sueño anuncia. Habla: te hago juez de la interpretación del prodigio. [...] Pronto está dicho. Ésta se vuelve adentro; nosotros quedamos para obrar; vosotras, quietas, y no hacer nada. Sólo encarezco que se calle lo que he trazado y vais a oír. Con engaños mataron a aquel varón insigne; con engaños mueran ellos, y en iguales lazos cogidos, según predijo ya Lojias, el soberano Apolo, adivino a quien nadie halló falaz todavía. Disfrazado de extranjero, y con todo el equipaje de un caminante, yo me llegaré a las puertas del vestíbulo, acompañado de este amigo, de Pílades, como de un huésped y compañero de armas de la casa. Ambos hemos de hablar la lengua del Parnaso, imitando el acento del dialecto focense. Si ninguno de los porteros nos acoge con semblante alegre, porque la casa está poseída de males, esperaremos hasta que alguien al pasar delante del palacio conjeture y diga: «¿Por qué Egisto si está en Argos y lo sabe, cierra la puerta al suplicante?» Pero si logro franquear el umbral de la puerta del recinto y lo encuentro en el trono de mi padre o viene a hablarme cara a cara y al alcance de mis ojos, sábelo bien, antes que diga: «¿De qué país es el extranjero?», haré un cadáver, envolviéndolo con ágil bronce. Y la Erinis, saciándose de muerte, beberá una sangre pura en la tercera libación. Ahora, pues, tú vigila bien lo que sucede en el palacio, para que todo ocurra según lo concertado. A vosotras os recomiendo tener una lengua discreta: callar cuando precise y hablar oportunamente. El resto ruego a mi padre que lo presida, dándome la victoria en los combates de la espada. (Electra en el palacio. Orestes y Pílades se alejan por la puerta izquierda.)

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