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Acto IV, Escena I
Bretaña. Gales. Bosque junto a la cueva de Belario.
Clotenio solo.
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CLOTENIO: Cerca estoy del sitio donde deben encontrarse. Sí, Pisanio me lo ha indicado correctamente. ¡Qué bien me caen sus vestidos! ¿Por qué su dama, que fue hecha por quien hizo al sastre, no ha de caer lo mismo? Las caídas de la mujer dependen, con perdón sea dicho, de su temperamento. Trabajaré para ello. Me atrevo a asegurar, porque no es vanagloriarse el conferenciar un hombre con su espejo y en su propia alcoba, que las líneas de mi cuerpo están tan bien trazadas como las del suyo, que soy tan joven como él, más robusto, no menos favorecido que él por la suerte, y más favorecido por las circunstancias, de mejor cuna, tan entendido como él en los asuntos generales del servicio y en las luchas de cuerpo a cuerpo, más distinguido que él; ¡y esta casquivana, sin embargo, lo ama a mi despecho! ¡Lo que es la vida! Póstumo, la cabeza que ahora os tentas sobre tus hombros, caerá dentro de una hora. Tu dama será violada. Tus vestidos hechos andrajos ante sus ojos, y cumplido todo esto, a puntapiés la mandaré a casa de su padre, quien quizá se enoje por mi aspereza; pero mi madre, que sabe cómo dominarlo, aceptará lo hecho en alabanza mía. Sujeto y seguro está mi caballo. Sal, espada, y para siniestro objeto. Ponlos, suerte, en mis manos. Este es el sitio de su cita según la descripción, y ese Pisanio no se atrevería a engañarme. (Vase.)