Seite 5 von 8
Acto II, Escena II
Trínculo y Cáliban.
Buch kaufen
TRÍNCULO: Ni arbusto ni mata hay aquí para cobijarse uno, y ya se prepara otra tormenta'. Ya la está cantando el viento. Esa nube negra, ese nubarrón, odre inmundo, parece dispuesto a vaciarse. Si llega a tronar como antes, no sé dónde ocultar la cabeza, y esa nube por fuerza hará caer el agua a cántaros. —¿Qué tenemos aquí? ¿Hombre o pez? ¿muerto o vivo? Pez. Huele a pescado. Y a pescado rancio. Como a merluza no muy fresca. ¡Extraño pez es éste! Si estuviese en Inglaterra como tiempos atrás, hiciera retratar este pez; no habría necio dominguero que no me diera una moneda de plata. Allí haría pasar por hombre a este monstruo. Cualquier animal raro pasa allí por hombre. Aunque no dan un ochavo para socorrer a un pobre cojo, dan diez para verá un indio muerto. — ¡Piernas de hombre, y aletas por brazos! ¡Caliente a fe mía! Ahora daré rienda suelta a mi opinión; no la contengo más. Esto no es pez, sino un isleño que acaba de ser herido del rayo. (Truena.) ¡Válgame Dios, vuelve la tormenta! Lo mejor que puedo hacer es acurrucarme bajo su manta; no hay otro abrigo por aquí. Con compañeros extraños nos hace la miseria compartir el lecho. Aquí me resguardaré hasta que descargue sus heces la tormenta.