MENENIUS in «Coriolan»

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    Acto II, Escena I 

    Menenio, Sicinio y Bruto.

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    MENENIO: Me tienen por un patricio de buen humor, que gusta de una taza de vino generoso sin mezcla de gota de agua del Tíber: dicen de mí que tengo el defecto de favorecer al primero que se queja; pronto a inflamarme por el más leve motivo, y que suelo conversar más con el silencio de la noche que con el brillo de la alborada. Digo lo que pienso, y cuando he desahogado mi mente, no queda en mi ninguna hiel. Cuando me doy de manos a boca con dos vividores públicos (pues no os puedo llamar Licurgos), si la bebida que me dan me sabe mal al paladar, no puedo evitar un mal gesto. Ni puedo decir que vuestras señorías han hablado con elocuencia, cuando oigo en cada silaba un rebuzno; y aun cuando debo tolerar a los que digan que sois hombres de todo punto graves, esto no impide que mientan mortalmente los que os dicen que tenéis buenas caras. Si esto veis en mí ¿no se deduce que soy harto conocido? ¿Y qué defecto habéis descubierto en semejante carácter, malignos tribunos? […] No me conocéis ni a mini a vosotros mismos, ni cosa alguna. Estáis ávidos de adulaciones y genuflexiones del miserable populacho; y malgastáis toda una hermosa tarde en oír la disputa entre una verdulera y un ganapán, y enseguida aplazáis para otro día la audiencia de su litigio. Cuando estáis oyendo el asunto debatido por las partes, suele suceder que, si os da una punzada de cólico, hacéis más gestos que las máscaras; y clamando por el vaso de noche abandonáis la cuestión dejándola más embrollada que antes. Toda la justicia que acertáis a hacer es llamar bribones a ambos contendientes, ¡Vaya qué par! […] Vuestros mismos sacerdotes se echarían a reír al dar con sujetos tan ridículos como vosotros. Lo mejor que decís sobre cualquier asunto no vale un pelo de vuestras barbas; que no valen lo que la crin de las sillas de un asno. Por eso decís que Marcio es orgulloso; a pesar de que, estimándolo en lo menos posible, vale más que todos vuestros antepasados, desde Deucalión, aunque tal vez haya habido entre los mejores de ellos algunos verdugos. Buenas tardes, augustos tribunos, Mi cerebro se infestaría en hablar más con vosotros, ganaderos del rebaño de plebeyos. Con que adiós. (Bruto y Sicinio se retiran a la parte posterior de la escena.)

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