IMOGEN in «Cymbeline» I.

Acto III, Escena IV 

Imogena y Pisanio.

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IMOGENA:
¿Falsa yo? Que atestigüe tu conciencia.
A ti, Iáquimo, infame te juzgaba
Cuando de incontinencia le acusaste;
Ahora, ya me pareces más honrado.
Una italiana meretriz, sin duda,
De embadurnado rostro lo ha perdido.
¡Pobre de mí! Yo ya pasé. Soy traje
Fuera de moda, y como no se debe
Colgar de la pared por lo costoso,
Me quieren deshacer. Hazme pedazos.
Los votos de los hombres, los traidores
De las mujeres son. Tus excelencias
Aparentes ¡oh esposo! con motivo
De tu traición, dirán que te sirvieron
Para encubrir mejor tu villanía:
Que espontáneas no eran, sino sólo
Cebo falaz para engañar a damas.
[…] Cuando se oía
A hombres de bien en la época de Eneas,
Tan falaces cual él se los juzgaba.
Y el llanto de Sinón es la calumnia
De muchas santas lágrimas e impide
La compasión hacia desdichas grandes.
Así, Póstumo, tú de gente honrada
Levadura serás, y el noble y justo
Será por tu traición perjuro y falso.
Vamos, tú, prueba tu honradez. La orden
Cumple de tu Señor. Cuando lo veas,
Mi obediencia a lo menos atestigua.
Mira, yo misma el hierro desenvaino;
Tómalo tú. Golpea mi inocente
Mansión de amor, mi corazón. No temas,
Que solo mi dolor en él habita.
No está allí tu señor, quien antes era
Su más preciado ornato. Su orden cumple;
Hiere. En causa mejor serás valiente,
Pero pareces un cobarde ahora.

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